
MI MARCA PERSONAL
Talento natural versus titulitis
“La vida no me dio lo que quería de joven. Tampoco me lo dio más adelante y no pude estudiar lo que quería ni cuando quería.
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En una sociedad discriminativa, donde impera la obsesión por el título, destaca el talento mediocre y abunda la indiferencia por las capacidades individuales, tuve que ingeniármelas para poder progresar sin tener nada de lo que se pedía”.
Mis inicios
Autoconociéndome y comprometiéndome
Con dieciocho años, tras la ruina de mis padres, me encontré viviendo en la calle, y de rodillas ante la vida.
Afronté penurias, como dormir en parques o robar comida y abrigos para sobrevivir, entre otras. Mis ganas de vivir decayeron tanto, que estuve cerca de acabar con todo.
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Sin embargo, no tardé en levantarme y buscar un empleo.
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Mi primer trabajo fue de buzoneador en una empresa de mensajería, en la que, en pocos meses, me ascendieron dos veces, por mi entrega, disciplina y buena conducta.
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En ese empleo descubrí que se me daban muy bien las relaciones interpersonales y decidí tirar por ahí.
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Así, al año siguiente encontré un empleo de comercial en una ingeniería, lo que fue un punto de inflexión en mi vida; pasé de vivir en un coche a poder costearme un estudio de apenas 18 m², pero que para mí fue una auténtica mansión.
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Sin todavía saberlo, había iniciado mi autoconocimiento y el desarrollo de una disciplina y fuerza de voluntad, basadas en mi amor propio, que cambiarían mi sino por completo.
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El primer ascenso
Forjando mi marca personal

En menos de dos años en la ingeniería me ascendieron a director comercial.
Pero mi primer gran ascenso no fue ese, sino lograr un cargo de ejecutivo en la multinacional Porcelanosa.
Ese fue el último currículum vitae que envié en toda mi vida. Tenía veintiséis años.
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Durante mi etapa en esa empresa, tuve la suerte de vivir los últimos años del boom inmobiliario. Así, conocí a muchas personalidades de la alta sociedad española.
En ese clima, saqué partido de mis dotes comerciales y carisma personal. Hice un gran círculo de contactos e influencias, gracias al que entraría en el sector del lujo.
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Fue en esa época cuando entendí que mi valía personal no tenía que ver con títulos, sino con identificar y canalizar mis talentos naturales, la ventaja competitiva que todxs tenemos.
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Más adelante, descubriría que rebatiendo y reemplazando creencias limitantes por potenciadoras, mi capacidad natural se multiplicaría y orientaría al logro, inevitablemente.
"Nuestra marca personal es siempre única y, precisamente eso, personal, no académica. No existe nadie igual que nosotros. Todo lo que verdaderamente necesitamos para progresar en la vida, ya vive en nosotros; nuestras fortalezas innatas, el motor que todxs llevamos dentro.
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Y todo lo que venga de fuera, llámese carrera, másteres, contactos, influencias, suerte, familia, mentorías, o lo que sea, no será nunca nada más que gasolina que echar a nuestro motor.
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Cualquier formación o conocimiento es poder, pero el poder sin foco, sin esfuerzo y sin canalización personal solo sirve para ser una persona más del montón.
Tu diferencia nace de dentro, no viene de fuera".
La internacionalización
Escalando mis capacidades, habilidades y competencias
Con treinta y dos años cambié de rumbo e inicié una carrera profesional en el mundo de los perfumes de lujo.
Primero, de la mano de una afamada familia española. Después, me vino a buscar otra empresa, luego otra y luego otra, llevando en todas ellas la dirección general.
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Lo que tuvieron todas esas empresas en común fue que salí de mi zona de confort y empecé a viajar por todo el mundo. Solo y con un inglés de pacotilla.
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En apenas dos años mi inglés ya era full proficiency, en mi mentalidad vivían creencias muy potenciadoras, y mi marca personal —con valores como la entrega, el compromiso y la honestidad—, se consolidaba en más de cuarenta países.
Lo más meritorio de aquella época para mí, fue que todos mis logros nacían de mi autoconocimiento, canalización de talentos innatos, esfuerzo y una inmensa fuerza de voluntad, basada en mi amor propio y compromiso personal.
Y es que, por aquellos entonces, todavía no tenía ni un solo título universitario de los que tengo hoy en día. Ni uno solo.
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Las seis cifras, el emprendimiento y la ruina. Otra vez
¿Zona de confort? No, gracias.

Antes de los cuarenta años mi franja salarial ya se situaba en la seis cifras.
Había logrado el éxito profesional, era un ejecutivo cotizado y solicitado en mi sector, y en los últimos años de trabajo para terceros lo pasé francamente bien, trabajando incluso con una de las familias más famosas e icónicas del mundo.
Cansado de una vida cómoda, decidí crear mi propia marca de perfumes, invirtiendo todo cuanto había conseguido.
Pero no lo lograría a la primera, pues me asociaría con unas personas que me estafarían y volvería a la ruina absoluta. Perdí los ahorros de mi vida, mi casa, reputación y más.
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Tras ríos de lágrimas, resurgí de mis cenizas y levanté una nueva empresa, con la que batí todos mis récords: cuarenta y seis países en dos años, ebitda de +34% en Y2, stands en retailers como Harrods, BG, Neiman, Boomies Dubái, etc.​​
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Emprendiendo aumenté mi autoconocimiento y el uso de mis fortalezas, y amplié mis habilidades y límites emocionales.
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Arruinarme y volver a levantarme, y tras todo lo vivido años antes, puso a prueba mi resiliencia, la que aprobó con nota.

No soy de dar consejos. Pero si estás emprendiendo, o tienes en mente hacerlo, y crees de verdad en tu proyecto, sí te voy a decir algo contundente: que nadie te quite la ilusión. Ni el sistema. Ni tu entorno. Ni siquiera tú. Lucha por tu proyecto, porque hacerlo, es hacerlo por ti.
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Yo levanté tres empresas offline SIN NADA de lo que el sistema y entorno me hicieron creer que era imprescindible: sin aportar capital, reteniendo el 80% del accionariado, con socios capitalistas sin gestión, manteniendo la titularidad de la propiedad intelectual, sin financiación bancaria —pues jamás un banco confío en mí—, con beneficios netos de +20% en Y1...
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El sistema está diseñado para minimizar riesgos al máximo. Ello deriva, colateralmente, en una proliferación de lo mediocre y predecible. Y en la disuasión de la creatividad y del talento individual disruptivo. Si crees en ti ADELANTE, sin esperar un permiso que nadie te concederá.
Mi vida hoy
Al fin, vivo lo que hago y hago lo que soy
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Esta es mi cara hoy.
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No suelo creer en nada que no tenga evidencia científica, pero sí creo que los ojos son el reflejo de todo lo vivido.
Y también que el dolor bien superado puede arrancar la más limpia y pura de las sonrisas​​.
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Tras desprenderme de mi última empresa inicié un proceso sabático de reflexión personal. Varios proyectos llamaron a mi puerta, pero buscaba algo que, por primera vez, me moviese profundamente.
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Poder escoger a qué dedicarme en esta nueva etapa de mi vida, me dio la posibilidad de alinearla con un propósito.
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Así, hacer lo que hago ahora nace de mi actual momento vital y sentimiento de gratitud y contribución real al prójimo.
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Fiel a mí mismo, deseo aportar a los demás desde lo que a mí se sirvió para transformar mi vida: volcarse en nuestro autoconocimiento, conciencia, voluntad y persistencia, todo ello basado en el amor propio y el compromiso personal.
Una de mis caras B
Y, a todo ello, respetándome y queriéndome por el camino
Nunca muestro fotos así, pero esta aquí tiene un porqué.
En esta web menciono la congruencia de hablar desde el ejemplo. Así, si yo hablo de sistematizar nuestra vida o dominar el cuerpo, lo demuestro.
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Siempre he odiado el ejercicio, y mucho más un gimnasio. Pero, ya de joven, decidí instrumentalizar mi cuerpo como una herramienta de respeto, orden, logros y fuerza interior.
Así, y aunque lo odie, hace treinta años que cada día voy a un gimnasio por amor propio y compromiso personal.
Esta foto casera no es vacile de fit-influencer. Es disciplina. Es respeto. Es consecuencia.
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Y ya.
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Este punto a mí me sobra, la verdad. Pero pensar en tantas personas hartas de mamarrachas, por lo difícil que hoy es distinguir lo real del humo, me llevó a escribirlo. No el ego.
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Yo no necesito admiración. Ni sacarle la pasta a nadie. Yo ofrezco lo que sí tengo: experiencia real, vivencia real, y compromiso real. Y solo trabajo desde el ejemplo.
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Todo lo que yo aporto gustará más o menos. Pero lo que nadie podrá cuestionar es su autenticidad y honestidad.​
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Quien me conoce lo sabe. Quien no, lo descubre. Esa es mi seguridad. Esa es mi paz interior.
